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viernes, 3 de junio de 2011

ESPACIO DE LECTURA RECREATIVA

Todos los pequeños quieren que les lean cuentos. Todos están dispuestos a aprender y a decir rimas, poesías, canciones. A todos les encanta hojear las páginas de los libros, mirar sus imágenes, imaginar historias. Porque los libros son enigmas a develar, contienen “secretos” de los que queremos apropiarnos; transforman nuestra mirada respecto del mundo y nuestra interioridad. Nos permiten apartarnos por un momento del vértigo del día y nos instalan en la intimidad. La lectura, bien lo sabemos, es una forma de felicidad. Cuando el maestro y otros adultos logran transmitir esas convicciones, gustos y pasiones, cobra sentido para los niños realizar el esfuerzo de aprender a leer.
Actualmente, se sabe que el aprendizaje de la lectura no solo se relaciona con el aprendizaje de una técnica, sino que el conocimiento de los materiales escritos es central en la medida en que da sentido a la tarea de aprender a leer.
En primer año es fundamental que los niños comprendan y disfruten la lectura de distintos textos literarios y no literarios, en situaciones en las que el docente (y otros adultos) les lean en voz alta. Esta práctica de escucha de lecturas sienta las bases del deseo de aprender a leer, colabora con la comprensión de las características diferenciales de la oralidad y la escritura, y permite que los niños accedan a textos interesantes y complejos que podrán leer de manera autónoma más adelante.
Finalmente, otro núcleo de aprendizajes se centra en la lectura de palabras y enunciados que conforman textos; esto supone, a su vez, una serie de conocimientos relativos al sistema alfabético. ¿Cómo se convierte alguien en lector? Se trata de una pregunta difícil de responder, como tantas otras que se relacionan con la formación. No hay respuestas únicas. Sin embargo, en toda biografía de lector siempre hay un momento en el que se narra, como una suerte de rito, el instante en el que alguien nos abrió para siempre las puertas del mundo de los libros. Entonces, una respuesta posible a la pregunta inicial es que nos hacemos lectores en nuestros encuentros con otros. Y claro, también, en nuestros encuentros con los libros.
El encuentro con los libros.
Uno de los núcleos de aprendizajes que se ha priorizado es la frecuentación y exploración de variados materiales escritos, en distintos escenarios y circuitos de lectura (bibliotecas de aula, escolares y populares; ferias del libro, entre otros). En una escuela en la que se privilegia la enseñanza de la lectura, es necesario que los alumnos estén en contacto con los libros, que usen la biblioteca y, si existen, que vayan a otras bibliotecas de la comunidad.
La libre exploración permite a los niños tener una relación con variados materiales de lectura similar a la que tiene cualquier lector que, entre otras cosas, elige lo que va a leer, hojea, saltea páginas, cambia de libro, relee, escucha y da recomendaciones al respecto. Es por eso que tocar libros, mirar sus ilustraciones, intentar lecturas y compartir materiales de la biblioteca son requisitos para la formación de los pequeños lectores. Porque son situaciones que promueven, desde el comienzo de la escolaridad, hábitos de lectura y modelos de comportamiento lector, desarrollando el interés de los niños por el conocimiento y el gusto por la literatura. La forma (el modo y la frecuencia) en que se desarrolle su encuentro con los libros será clave para que deseen cuidarlos y conservarlos, como lo hacen con cualquier otro objeto al que dan valor.
Leer es también hablar acerca de los libros. Aprender a leer es también aprender a hablar sobre los libros: opinar, aceptar o rechazar las opiniones de los demás, recomendar y aceptar recomendaciones, realizar asociaciones con otras cosas que se han vivido, leído, escuchado. El docente es quien muestra a los niños que es posible hablar y opinar acerca de los libros. Para eso, por ejemplo, antes o después de leer un texto, puede contar por qué lo eligió. Las razones pueden ser, obviamente, múltiples, y dependerán de cada docente. Pero siempre servirán para mostrar que es posible opinar y hablar sobre los libros, que se establece con ellos una relación que se extiende más allá del momento mismo de la lectura y de la escucha. Algunas de las razones por las que frecuentemente muchos docentes eligen un texto son:
• Porque se relaciona con otros cuentos o textos que ya se han leído en el curso;
• Porque alguno de los personajes es especialmente interesante o permite realizar asociaciones y establecer relaciones, de similitud o de oposición, con otros personajes o con personas y situaciones típicas, conocidas o atrayentes;
• Porque tienen una relación afectiva particular con él y quieren compartirla con los chicos;
• Porque el texto contiene juegos de palabras y un trabajo con el lenguaje mismo que el docente disfruta o que le interesa para llamar la atención de los chicos sobre el lenguaje en sí.


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